domingo, 24 de marzo de 2013

Viernes de Dolores


Ofrendas a la advocación de Nuestra Señora de Los Dolores

El párroco Francisco José Martínez López, de la Capellanía de Monteagudo, exaltó las bondades de la Virgen María en la misa de Viernes de Dolores: “Somos de la Virgen. Somos más de ella que de nuestra propia madre”

Bendiciones a Nuestra Señora de Los Dolores


La Hermandad Siervas de María celebró el pasado viernes la eucaristía en honor a la Virgen de Los Dolores en la Parroquia de San Pablo. La Santa Misa, oficiada por el párroco Francisco José Martínez López, de la Capellanía de Monteagudo, ponía fin al novenario que cada año se celebra en honor a la Virgen María.

En su homilía, Martínez destacó una de las narraciones que aparecen en la historia de dicha hermandad: “en la actualidad es una de las cofradías de mayor raigambre de Abarán y está formada por más de 700 miembros, cuya respuesta común es: <soy de la Virgen>”, una bonita respuesta que a juicio del sacerdote resume la devoción y dedicación de todo fiel a la Madre de Dios.

El sacerdote resaltó en su discurso que todos “somos de la Virgen. Es verdad. Somos más de ella que de nuestra propia madre. Somos de la Virgen –continuó- porque nos ganó junto a la Cruz; porque junto a la cruz había dos personas, Jesús y tú, y para obedecer el designio amoroso de nuestro Padre Dios te eligió a ti y aceptó el sacrificio de su primogénito”, destacó. 

El matiz de esta afirmación viene marcado por una de las preguntas que escuchamos a lo largo de nuestra infancia: “¿Quién te quiere a ti?”. La respuesta es clara para Francisco José Martínez: “nuestro Padre y nuestra Madre”. Estas personas sostienen nuestra vida y a ellas debemos nuestro amor por encima de cualquier otra, añadió el párroco.

Para él, “los cristianos de todas las épocas se han conmovido ante esta advocación de la Virgen Dolorosa porque han entendido que ese dolor lo sufre por nuestros pecados; esa espada que atraviesa su corazón es por Jesús, porque lo ve sufrir injustamente”, añadió.

El amor con amor se paga

Martínez considera que “ser de la Virgen es lo mismo que amar a la Virgen; contemplarla hoy nos tiene que llevar a no ser cicateros a la hora de quererla con obras y de verdad; pero ¿cómo podemos ser de la Virgen? ¿Cómo podemos ser de verdad de la Virgen?”, se pregunta. 

Este sacerdote propone dos caminos: el primero de ellos guarda una relación directa con la pasión del Señor: “Jesús en la cruz venció al mundo, al demonio y al pecado. El pecado ya no tiene dominio sobre nosotros porque con Cristo lo podemos vencer siempre acudiendo al sacramento de la confesión”, destacó.

El segundo camino para querer más a la Virgen “nos lo ha mostrado ella misma”, afirmó, porque siempre se ha referido al Santo Rosario: “rezar el rosario es el mejor modo de ser de la Virgen”, añadió. 

Martínez concluyó su intervención con las siguientes palabras: “Madre, ayúdanos a decir con verdad <soy de la Virgen>; ayúdanos a quererte cada día más acudiendo con frecuencia a la confesión y al rezo del Santo Rosario”.

La Hermandad Siervas de María ofreció a la Virgen la luz, “que nos ilumina el camino del Señor a todos los cristianos”; la Biblia, “con la palabra de Dios impresa en ella”; la imagen de La Dolorosa, “que desfila con los niños más pequeños de la hermandad”; el Santo Rosario: “porque su rezo es la plegaria que más te agrada”; y el pan y el vino: “como tú hiciste con tus discípulos en la última cena y que ahora pasarán a ser tu cuerpo y tu sangre”.



Al finalizar la eucaristía los fieles desfilaron hasta el altar mayor para ofrecer su gratitud y plegarias a la imagen de la Virgen de Los Dolores.

Momento del besamanos de la Virgen 

Rezo del famoso himno de Stabat

La madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía. 
Cuya alma, triste y llorosa, 
traspasada y dolorosa, 
fiero cuchillo tenía. 

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita, 
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena. 


Imagen que desfila en la procesión inafntil

Y ¿cuán hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera, 
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo, 
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre. 




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